domingo, 13 de mayo de 2018

Revisitando Proxima b. Las Superfulguraciones de una Estrella Asesina.

Proxima Centauri, la estrella más cercana, es muy distinta de nuestro acogedor Sol. En las estrellas como el Sol el calor del núcleo (en el que se produce la fusión del hidrógeno), se traslada a la superficie de forma compleja. En el interior, el calor se mueve por procesos radiativos y conductivos, mientras en la zona más externa predominan los flujos de convección.

Representación artística de una estremecedora emisión de masa coronal de Proxima Centauri. (Fuente: Carnegie Institution. NASA. Crédito: Roberto Molar Candanosa)

La convección implica movimientos más o menos circulares de grandes masas de plasma solar, en los que las zonas calientes afloran mientras las más frías se sumergen. Estos movimientos de plasma, junto a la rotación de la propia estrella, producen campos magnéticos muy intensos, causantes de las tormentas solares.

Por su parte, Proxima Centauri es una enana roja, una estrella más pequeña y fría. Son estrellas menos masivas, de gravedad más reducida, en las que la opacidad interna a la radiación suele ser mayor. En estas estrellas, casi todo el calor del núcleo se transmite a la superficie por flujos convectivos. Suelen ser llamadas estrellas totalmente convectivas.

Estructura interna de estrellas atendiendo a su masa. En la enana roja toda la transferencia de calor se produce por convección, produciendo unos fenomenales campos magnéticos. (Fuente: Sun.org)

El resultado es que estas pequeñas enanas rojas, cuyos flujos convectivos suelen dominar su dinámica interna, desarrollan unos campos magnéticos muy muy intensos, que suele convertirlas en estrellas activas. La mayoría de las enanas rojas suelen ser fulgurantes, es decir, experimentan aumentos tan drásticos como momentáneos del brillo, consecuencia de su atormentado campo magnético.

La pequeña estrella Proxima Centauri es una estrella fulgurante. Está tan cerca que, desde hace tiempo, es objeto de un seguimiento intenso que no deja de aportar noticias, revelando una naturaleza violenta y activa. Más, incluso, de lo que inicialmente se pensaba.

Lo más relevante han sido las intensas superfulguraciones detectadas. Hace unas semanas Ward S. Howard et al. hicieron público un evento que ocurrió en marzo de 2016, hace más de 2 años.

Arriba, antes de la Superfulguración de Proxima Centauri. Abajo, durante la superfulguración Proxima Centauri pudo ser observada a simple vista (Fuente: Evryscope)

El momento del evento coincidió con la campaña del equipo Pale Red Dot que posteriormente permitiría el anuncio del hallazgo de Proxima b. El espectrógrafo HARPS pudo estudiar el espectro en el ultravioleta de la superfulguración.

El evento consistió en nada menos que una superfulguración en Proxima Centauri que incrementó 68 (!) veces su brillo. Tan intensa fue que la estrella pudo verse a simple vista. Como sabemos, no hay ninguna enana roja visible, pero brevemente Proxima Centauri fue visible sin instrumentos, alcanzando una magnitud de 6,8.


El evento de marzo 2016 (Fuente: Ward S. Howard 2018)

El descubrimiento fue realizado por Evryscope, formado por un conjunto de pequeños telescopios que observaron 8.000 grados cuadrados del hemisferio sur con una cadencia de 2 minutos. Evryscope observó Proxima desde enero de 2016 hasta marzo de 2018, detectando 24 fulguraciones grandes. El evento de marzo de 2016 fue 10 veces más intenso que cualquier otro detectado.

En lo tocante a la habitabilidad son malas noticias para Proxima b. En el paper se estima que la actividad de la estrella arrasaría el ozono de un planeta como la Tierra en apenas 5 años. Como sabemos, la capa de ozono es la que nos protege de los rayos UV más perjudiciales. Según el autor el evento de marzo de 2016 alcanzó en el UV una intensidad 100 mayor de lo que la mayoría de los microorganismos más resistentes pueden aguantar…

De cualquier forma, hay estrategias adaptativas que los organismos pueden adoptar para protegerse de una amenaza de este tipo. La más obvia es permanecer enterrado o sumergido, a salvo de las emisiones nocivas. En la Tierra primitiva no había oxígeno ni ozono y sí había microorganismos.

Pero es todavía peor. El efecto acumulado de las fulguraciones y la emisión de rayos XUV pueden destruir la atmósfera del planeta en unos miles de millones de años. Y sin atmósfera no puede un mar de agua en la superficie…

Claro, un planeta de cierto tamaño debería estar activo geológicamente y emitir gases que alimenten su atmósfera, creando lo que suele llamarse una atmósfera secundaria. Debería haber atmósfera aunque si hay mala suerte puede ser demasiado tenue.

De cualquier forma, no será fácil sobrevivir cerca de esta estrella asesina. Sé que no viene a cuento, pero no me resisto. En el distante futuro quizá algún navegante del espacio pueda hablar así de su viaje a Proxima Centauri (son unas líneas de la Odisea):

“Ninguna embarcación de hombres, en llegando allá, pudo escapar salva; pues las olas del mar y las tempestades, cargadas de pernicioso fuego, se llevan juntamente las tablas del barco y los cuerpos de los hombres. Tan sólo logró doblar aquellas rocas una nave surcadora del Ponto, Argo, por todos tan celebrada, al volver del país de Eetes; y también a ésta habríala estrellado el oleaje contra las grandes peñas, si Hera no la hubiese hecho pasar junto a ellas por su afecto a Jasón.”

Por cierto, seguimos sin noticias de Proxima c, el posible exoplaneta adicional. El análisis de 2017 no parecía nada concluyente y quizá se necesiten más datos.

Sigamos atentos.


2016. Davenport analiza las fulguraciones de Proxima con el satélite MOST.

2018. El reciente paper del equipo Evryscope.

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